Kuadernotas del Milenio Pasado: Rekolectores cazadores du sigolo XX, poétikas cotidianas, resistencia obrera, Kursilerías
Domingo 21 de febrero, de 1992: lleno de viento y profundamente luminoso, con un cielo hermosísimo: profundamente azul. La atmósfera nostálgica y extrañamente limpia, transparente. Salgo un rato bajo el árbol, poco después de la hora del dios Pan: del medidodía; contemplo y siento el paisaje cuando, se incorpora a este, el andar lento de un camión de basura.
Contemplo con atención al chofer, que parece un tanto aburrido, pero sobre todo concentro mis sentidos en los dos hombres que vienen tras el camión recojiendo botes y bolsas, para después vaciarlas en el interior del mismo. Miro y reflexiono sobre su trabajo; parece que lo hacen rápido y descuidados, pero no, ponen gran atención en lo que recogen: lo observan, lo palpan un poco, separan algo, lo guardan en la defensa posterior del vehículo, o en la derecha, dentro de unas bolsas que parecen traer para el efecto. Me llama especialmente la atención -y me da gusto- observar que los dos recogedores de basura (uno joven, de entre 20 y treinta años, y otro más viejo: de alrdedor de 45) realizan su trabajo de una manera relajada y alegre: se mueven ágiles, pero sin prisas, uno de ellos grita esporádicamente: "basura, la basura". Llevan ambos a intervalos una sonrisa ligera. Se ven relajados. Viven contentos de la basura. Le extraen diariamente, recolectan de ella: un sueldo, fuerzas, artículos, objetos, vivencias: motivos para vivir.
Viven en parte de nuestras basuras. Así como sin darnos cuenta nosostros vivimos en parte de las de ellos. Todo se armoniza en el paisaje: el sol, el viento, el cielo azul, el sosiego de los intantes llegados al amanecer, se equilibran con el trabajo alegre y testimonio vital de los
recolectores de basura.
Contemplo con atención al chofer, que parece un tanto aburrido, pero sobre todo concentro mis sentidos en los dos hombres que vienen tras el camión recojiendo botes y bolsas, para después vaciarlas en el interior del mismo. Miro y reflexiono sobre su trabajo; parece que lo hacen rápido y descuidados, pero no, ponen gran atención en lo que recogen: lo observan, lo palpan un poco, separan algo, lo guardan en la defensa posterior del vehículo, o en la derecha, dentro de unas bolsas que parecen traer para el efecto. Me llama especialmente la atención -y me da gusto- observar que los dos recogedores de basura (uno joven, de entre 20 y treinta años, y otro más viejo: de alrdedor de 45) realizan su trabajo de una manera relajada y alegre: se mueven ágiles, pero sin prisas, uno de ellos grita esporádicamente: "basura, la basura". Llevan ambos a intervalos una sonrisa ligera. Se ven relajados. Viven contentos de la basura. Le extraen diariamente, recolectan de ella: un sueldo, fuerzas, artículos, objetos, vivencias: motivos para vivir.
Viven en parte de nuestras basuras. Así como sin darnos cuenta nosostros vivimos en parte de las de ellos. Todo se armoniza en el paisaje: el sol, el viento, el cielo azul, el sosiego de los intantes llegados al amanecer, se equilibran con el trabajo alegre y testimonio vital de los
recolectores de basura.
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