Notas de fin de milenio. Korridos de su tierra. Visita a Santa Helena. Yo también soy de Terán
Fui con papá a General Terán, necesitaba caminar y platicar bajo los astros de ese pueblo que, siento mucho más cerca que Monterrey y su área metropolitana.
Entramos por El Ranchito caminando, hasta la huerta de Santa Helena (Montemorelos), dónde llegamos a visitar a un sobrino de mi papá llamado Reynaldo, y su familia; allí cenamos y tomamos café al calor de palabras, risas y lumbre. Mi papá tiene el gesto de sacar de su costal (utlilizado como bolsa) dos mochilas y dos carritos de fierro para regalárselos a los hijos de Reynaldo, los cuales no caben de gusto por la sorpresa.
Uno de ellos rápidamente se tira al suelo y comienza a jugar.
No pude sino admirar a mi padre que, poco antes de llegar, me dijo "traigo unos carritos usados para los hijos de Ralo, es que me da lástima que los niños (ahí donde ando trabajando) no cuidan sus juguetes y los dejan tirados; entonces a veces me los carranceo y siempre que vengo traigo algo".
Inevitablemente la plática gravita en torno a un corrido que han programado recientemente, en una estación local. Reynaldo dice que la Huerta de Santa Helena mencionada en el mismo es en la que él vive y trabaja, explica animadamente que el autor es un señor grande de edad, muy bueno para componer, a grado tal que ya le han pirateado algunos corridos. Aclara que todo lo que narra la composición es cierto a excepción de que al final se hayan matado los dos protagonistas; afirma que uno -apodado el sapo- es de la Purísima (ejido de Terán): "el corrido ya no sale en el radio porque a la mamá de ese mentado sapo le daba tristeza oír que su hijo había muerto (aunque no fuera verdad), entonces habló por teléfono quejándose y ya tiene días que no lo pasan".
Luego platica que del mismo compositor pasan otro corrido que si fue todo cierto, que incluso el sabía los hechos por boca de uno de los protagonistas.
A eso de las 10:30 de la noche nos despedimos y enfilamos rumbo al Rancho La Anacua, nuestro destino final, durante un trecho avanzamos junto a unas parcelas enormes que tienen la tierra preparada para siembra, se trata de una tierra más negra que la oscuridad circundante: contrasta de manera armoniosa con el cielo y permite extender la vista claramente hacia el oeste; reparamos en un cerro lejano con un suave tintineo en su cima, se trata de la antena del Cerro de la Silla recordándonos, a intervalos, a Monterrey y todas las ciudades del mundo.
Después de aproximadamente media hora llegamos a un cruce de caminos que marca los límites entre Montemorelos y General Terán, encrucijada referenciada como lugar propicio para apariciones sobrenaturales, de la cual yo sólo pude admirar los astros.
Los rancheros están volviendo: allí hay una esperanza.
Pos data. De lo anterior han pasado casi diez años. Reynaldo y uno de sus hijos murieron al volcar su troca. Se nos adelantaron en el camino y esa es ventaja que nos llevan. Seguramente escuchaban corridos cuando se estrellaron y de hecho les compusieron uno que de vez en cuando cantan en reuniones y borracheras algunos tíos y primos.
Entramos por El Ranchito caminando, hasta la huerta de Santa Helena (Montemorelos), dónde llegamos a visitar a un sobrino de mi papá llamado Reynaldo, y su familia; allí cenamos y tomamos café al calor de palabras, risas y lumbre. Mi papá tiene el gesto de sacar de su costal (utlilizado como bolsa) dos mochilas y dos carritos de fierro para regalárselos a los hijos de Reynaldo, los cuales no caben de gusto por la sorpresa.
Uno de ellos rápidamente se tira al suelo y comienza a jugar.
No pude sino admirar a mi padre que, poco antes de llegar, me dijo "traigo unos carritos usados para los hijos de Ralo, es que me da lástima que los niños (ahí donde ando trabajando) no cuidan sus juguetes y los dejan tirados; entonces a veces me los carranceo y siempre que vengo traigo algo".
Inevitablemente la plática gravita en torno a un corrido que han programado recientemente, en una estación local. Reynaldo dice que la Huerta de Santa Helena mencionada en el mismo es en la que él vive y trabaja, explica animadamente que el autor es un señor grande de edad, muy bueno para componer, a grado tal que ya le han pirateado algunos corridos. Aclara que todo lo que narra la composición es cierto a excepción de que al final se hayan matado los dos protagonistas; afirma que uno -apodado el sapo- es de la Purísima (ejido de Terán): "el corrido ya no sale en el radio porque a la mamá de ese mentado sapo le daba tristeza oír que su hijo había muerto (aunque no fuera verdad), entonces habló por teléfono quejándose y ya tiene días que no lo pasan".
Luego platica que del mismo compositor pasan otro corrido que si fue todo cierto, que incluso el sabía los hechos por boca de uno de los protagonistas.
A eso de las 10:30 de la noche nos despedimos y enfilamos rumbo al Rancho La Anacua, nuestro destino final, durante un trecho avanzamos junto a unas parcelas enormes que tienen la tierra preparada para siembra, se trata de una tierra más negra que la oscuridad circundante: contrasta de manera armoniosa con el cielo y permite extender la vista claramente hacia el oeste; reparamos en un cerro lejano con un suave tintineo en su cima, se trata de la antena del Cerro de la Silla recordándonos, a intervalos, a Monterrey y todas las ciudades del mundo.
Después de aproximadamente media hora llegamos a un cruce de caminos que marca los límites entre Montemorelos y General Terán, encrucijada referenciada como lugar propicio para apariciones sobrenaturales, de la cual yo sólo pude admirar los astros.
Los rancheros están volviendo: allí hay una esperanza.
Pos data. De lo anterior han pasado casi diez años. Reynaldo y uno de sus hijos murieron al volcar su troca. Se nos adelantaron en el camino y esa es ventaja que nos llevan. Seguramente escuchaban corridos cuando se estrellaron y de hecho les compusieron uno que de vez en cuando cantan en reuniones y borracheras algunos tíos y primos.
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