domingo, abril 23, 2006

Matones profesionales

Eran dos y los vemos en nuestra memoria como hace dieciséis o diecisiete años: altos, de complexión gruesa. Llovía y hacía mucho frío pero ellos platicaban y comían bajo el chipi chipi y esa temperatura congelante como si estuvieran en un día templado del otoño.
No les podíamos sostener la mirada porque, a pesar de su aparente tranquilidad, se adivinaban feroces. Parecían venir de otro tiempo, de otro mundo. Portaban chaquetas con cuellos de piel e insignias doradas de la Policía Judicial Federal u otra corporación por el estilo.
Comieron, pagaron y se fueron.

Papá dijo que, seguramente, traían cintos hechos con piel de coyote deshollado vivo.