domingo, julho 30, 2006

Para nuestro primo nativo del ejido Cerro Prieto (el Guerrero Gerardo Sanchez Carrera), quien nos habló antier por teléfono desde el Más Allá, Linares

Anoche soñamos en un sueño que estabámos en el ejido Cerro Prieto. Todo el día hemos traído de encargo esa visión pero no logramos verla en un secuencia narrativa básica, en una historia.

Apenas recordamos la cercanía del mar, o el gran espejo de agua de la presa, casas o chozas de los parientes, veredas, la carretera que bordea el cerro y parte en dos al rancho; pero, sobre todo, tenemos presentes las piedras con grabados: dos o tres rocas tatuadas con figuras que han sido remarcadas de blanco. Las piedras son de tamaño regular pero pasan sin dificultad de mano en mano entre nosotros, alguna gente del ejido. Las levantamos reverencialmente con nuestros brazos, frente a nuestros ojos, frente a la mirada de todos y contamos o cantamos algo sobre ellas, o con su pretexto, no sabemos qué.

Durante el día, esta última imagen nos acompaña y nos trae a la mente que la gente vieja de Cerro Prieto nos contaba que había peñas “con figuras y letras de los indios”, en la punta del Cerro, pero cuando hicieron la gran presa quisieron construir un hotel en la cima y las máquinas las derribaron o enterraron (los planes del hotel abortaron porque se abrieron varios ojos de agua y los caterpillar y manos de chango ya no pudieron trabajar).
También viene a nuestra mente la piedra con un grabado que cierta vez bajamos de la Loma de las Vacas, colina situada frente al Cerro Prieto, se trataba de una pequeña roca que llevamos a la casa de la abuela Rosa Prequeño, que por ahí anduvo rodando; a veces estaba debajo de la cama o en el patio, otras, sostenía la puerta de la casa para que no se cerrara de golpe con los vientos de la llanura costera del Golfo. Poco antes de que la abuela enfermara y se la llevaran a la ciudad la piedra desapareció; le preguntamos por ella, a la más grande de los Pequeño y no le dio importancia. Dijo “por ahí debe de andar barrumbada, o se regresaría a la loma”. La buscamos piedra por piedra en el solar y no hallamos nada.

Mientras escribimos lo anterior se nos figura que, una de las piedras rayadas del sueño, tiene el dibujo de un enjambre de estrellas, como si el grabado de blanco sobre la roca fuera una constelaciao.

Suspiramos, ni sikiera la muerte es ausencia. Debemos ir a visitar a la abuela enferma, subir al Cerro Prieto y caminar por los solares abandonados y teñidos con sangre de los ancestros; volver al Valle de los Hualahuises y los Ampapa Caeme Amiguas para nadar en las aguas que bajan de la Peña Colorada; cantar un par de canciones en la noche constelada del verano viendo caer los astros rumbo a la Sierra Pamorana y la Sierra Chiquita mentada que tiene su rayo hacia al oriente.