Notas de fin de milenio pasado: Pretextos urbanos, otra noche en la ciudad/nada en particular/...
La ciudad, la aglomeración vital-material por excelencia de estos últimos siglos aturde nuestros sentidos por un simple efecto de acumulcaión. En un espacio-ciudad X se conjuntan y entrecruzan tal cantidad de seres y cosas artificiales y recicladas, que es prácticamente imposible acceder mediante la razón o la sensibilidad a la esencia de dichas cosas y seres. Así, por ejemplo, en una gran ciudad el cielo, las nubes, el viento, los árboles, no desaparecen entre el concreto, el vidrio y el plástico; sino que pierden importancia visual, espacial y referencial en relación a la cantidad y diversidad de los primeros. Se trata de un proceso lógico: nuestro instrumental mental se articula cada vez más alrededor de una serie de prioridades urbanas y se tiende a olvidar la naturaleza;
más aun, se tiende a perfilar una nueva naturaleza que poco o nada tiene que ver con el concepto que de la misma nos hicimos en los últimos siglos y milenios. ¿O acaso no tiende a ser más natural para muchos niños de grandes urbes -e incluso de áreas rurales- un videojuego y una serie de televisión que un manantial y una arboleda?
Desde luego en las ciudades hay intentos de recuperar la esencia de los seres y las cosas (la vieja naturaleza), pero son mínimos y atienden esta recuperación de una manera fragmentada (no integral) e individualista (no colectiva). Pongamos por ejemplo esos parques metropolitanos en los cuales la gente va y “convive con la naturaleza” a determinado horario, determinados días de la semana; parques públicos como el de La Pastora poseen límites y siguen senderos muy bien delineados (en los cuales se cobra por entrar y se advierte -bajo pena de multas- de no llevarse piedras, ramas, etc.).
También podemos hablar de esa cantidad de eternos retornos hacia el oriente vía escuelas y fraternidades orientalistas y libros sobre el (men) Tao, las cuales logran tal grado de autoconocimiento y autoliberación del ser y del espíritu, que por lo general dicho ser y espíritu se olvidan del mundo cotidiano e inmediato o se pierden en él; o que decir -en otro orden de ideas- de esas hipócritas campañas ecologistas que buscan salvar a la naturaleza poniendo la imagen de tres flechitas girando sobre sí mismas con el siguiente mensaje: “Papel reciclado”. En este último caso creo sinceramente que esas flechitas son un símbolo de nuestra complicidad y grado de autocomplasencia en esta sociedad de consumo. Una representación de que tanto consumidores como productores estamos de acuerdo en las posibilidades del reciclaje ¡pero de ideas falsas y gastadas!
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