LAS CONSEJAS DE MANUEL DURAZO, SU PADRE, SU ABUELO Y LOS ALBANOSONORENSES
(El siguiente texto nos lo envió Manuel Durazo y está basado en la vida y plática de sus ancestros).
"En los pueblos de la sierra de Sonora es muy común que por las noches se junte la familia, y los abuelos o la gente mayor relaten sucesos históricos, fantásticos y morales. Los pequeños se sientan alrededor del narrador y atentos escuchan la plática, la cual va encaminada a dar consejos a menores, adolescentes e inclusive adultos.
En mi caso, me gustaba que mi abuelo Rafael y mi abuelita Mamá Chucho platicaran de los espantos, de los indios, de la revolución. Ellos vivían en Huasabas, pero hacían viajes a Pïlares a visitarnos: Aún recuerdo cuando veía a mi abuelo bajando por la sierra en un buen caballo alazán tostado con sombrero vaquero, enchaparrerado su rifle ochavado y en las ancas un venado atravesado. Verlo llegar me llenaba de regocijo, el era el héroe de la familia.
…¡Tata! ¿No mataste a ningún indio en el camino?
…No mijo, ya no hay indios, hace muchos años dejaron de venir los apaches…
…¿Y este venado donde lo mataste?
…Por allí, bajando el puertecito…
Luego colgaba el animal en el subterráneo de la casa para posteriormente destazarlo y colgar la carne.
El viaje era largo, desde el Rancho Seco o el Jaicota de los Durazo, el cual se encontraba sobre el río Bavispe, entre Oputo y Huasabas, salía al amanecer y llegaba a Pilares al pardear la tarde…
…¡Tata! ¿Te ayudo con el pistolón! …
…¡Andale llevatela!…
Me decía y hay voy cargando con ella y al tiempo mi abuela gritaba:
…¡Oye Rafael! No seas testarudo ve al niño no se le vaya a disparar el arma…
Amarraba el caballo, le aflojaba la montura, le quitaba el freno y dejaba reposar al animal, luego le quitaba la montura y lo dejaba con el sudadero, después le daba agua y le ponía un morral con maíz quebrado colocado en el hocico, colgando de la cabeza del caballo.
Este episodio no era muy frecuente para mi verlo, ya que mi abuelo tardaba en regresar, pero los detalles nunca se me olvidarían. Cuando retornaba al rancho nos llenaba de tristeza, ver a nuestro héroe como jinete del antiguo oeste que partía y lo seguíamos hasta que se perdía por allá en la montaña.
Antes de marcharse, por la noche hasta muy noche mi abuelo relataba sobre cuatreros que querían robarle su ganado; las peripecias que pasaban en tiempos de sequía para pastorear el ganado; de su juventud, cuando la revolución cristera:
Contaba mi abuelo, que un día sacó del pueblo a un sacerdote que venía huyendo de Hermosillo y que lo llevó sano y salvo a un lugar que mi abuelo conocía perfectamente, conocido como Los Ciriales. Con el tiempo supe que se trataba del Sr. Arzobispo Don Juan Navarrete.
Los relatos relacionados con la minería no pueden faltar en nuestra tradición oral de la sierra sonorense. Refería mi Tata (al que siempre le gustó la minería) de una mina que había por allí, enfrente de Huasabas, creo que es la Sierra de los Pinitos. Dice que había una india yaqui la cual se aparecía de repente en el pueblo de Huásabas con pepitas de oro. Las vendía en la cantina, compraba mandado y luego salía rumbo a la sierra.
Dicen que muchas veces la siguieron, pero nunca pudieron localizarla, mucho menos la mina. Esta mujer, con el tiempo desapareció y no se volvió a saber nada de ella. Por cierto en esta sierra se encuentra “La Cruz del Diablo”.
Mi abuela Jesusita Moreno me platicó alguna vez que mi Tata Rafael perdió las tierras ya que lo andaba buscando “La Cordada”. El se escondía precisamente en el cañón de “La Cruz del Diablo”. Tal parece que tenía una “fayuca” donde hacía mezcal y la cordada lo perseguía para ahorcarlo, no tanto por el mezcal sino que se sospecha que “le dio piola” al jefe de la cordada."
Manuel Durazo
En mi caso, me gustaba que mi abuelo Rafael y mi abuelita Mamá Chucho platicaran de los espantos, de los indios, de la revolución. Ellos vivían en Huasabas, pero hacían viajes a Pïlares a visitarnos: Aún recuerdo cuando veía a mi abuelo bajando por la sierra en un buen caballo alazán tostado con sombrero vaquero, enchaparrerado su rifle ochavado y en las ancas un venado atravesado. Verlo llegar me llenaba de regocijo, el era el héroe de la familia.
…¡Tata! ¿No mataste a ningún indio en el camino?
…No mijo, ya no hay indios, hace muchos años dejaron de venir los apaches…
…¿Y este venado donde lo mataste?
…Por allí, bajando el puertecito…
Luego colgaba el animal en el subterráneo de la casa para posteriormente destazarlo y colgar la carne.
El viaje era largo, desde el Rancho Seco o el Jaicota de los Durazo, el cual se encontraba sobre el río Bavispe, entre Oputo y Huasabas, salía al amanecer y llegaba a Pilares al pardear la tarde…
…¡Tata! ¿Te ayudo con el pistolón! …
…¡Andale llevatela!…
Me decía y hay voy cargando con ella y al tiempo mi abuela gritaba:
…¡Oye Rafael! No seas testarudo ve al niño no se le vaya a disparar el arma…
Amarraba el caballo, le aflojaba la montura, le quitaba el freno y dejaba reposar al animal, luego le quitaba la montura y lo dejaba con el sudadero, después le daba agua y le ponía un morral con maíz quebrado colocado en el hocico, colgando de la cabeza del caballo.
Este episodio no era muy frecuente para mi verlo, ya que mi abuelo tardaba en regresar, pero los detalles nunca se me olvidarían. Cuando retornaba al rancho nos llenaba de tristeza, ver a nuestro héroe como jinete del antiguo oeste que partía y lo seguíamos hasta que se perdía por allá en la montaña.
Antes de marcharse, por la noche hasta muy noche mi abuelo relataba sobre cuatreros que querían robarle su ganado; las peripecias que pasaban en tiempos de sequía para pastorear el ganado; de su juventud, cuando la revolución cristera:
Contaba mi abuelo, que un día sacó del pueblo a un sacerdote que venía huyendo de Hermosillo y que lo llevó sano y salvo a un lugar que mi abuelo conocía perfectamente, conocido como Los Ciriales. Con el tiempo supe que se trataba del Sr. Arzobispo Don Juan Navarrete.
Los relatos relacionados con la minería no pueden faltar en nuestra tradición oral de la sierra sonorense. Refería mi Tata (al que siempre le gustó la minería) de una mina que había por allí, enfrente de Huasabas, creo que es la Sierra de los Pinitos. Dice que había una india yaqui la cual se aparecía de repente en el pueblo de Huásabas con pepitas de oro. Las vendía en la cantina, compraba mandado y luego salía rumbo a la sierra.
Dicen que muchas veces la siguieron, pero nunca pudieron localizarla, mucho menos la mina. Esta mujer, con el tiempo desapareció y no se volvió a saber nada de ella. Por cierto en esta sierra se encuentra “La Cruz del Diablo”.
Mi abuela Jesusita Moreno me platicó alguna vez que mi Tata Rafael perdió las tierras ya que lo andaba buscando “La Cordada”. El se escondía precisamente en el cañón de “La Cruz del Diablo”. Tal parece que tenía una “fayuca” donde hacía mezcal y la cordada lo perseguía para ahorcarlo, no tanto por el mezcal sino que se sospecha que “le dio piola” al jefe de la cordada."
Manuel Durazo
2 Comments:
MANUEL:
FELICIDADES Y LA COSA NO TERMINA AHI.
Pues se está usted tardando con la continuación de estas historias. No hay novela más esperada en La tierra de las montañas azules, alias aridoamérica, alias norte de méxico y sur de los estados unidos, alias sun belt, alias la tierra nuestra, alias la tierra adentro, alias el septentrión, etc. etc y eternament etcétera
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