"Este pedazo de akordeón en donde traigo el alma mía..."
Hoy, Diomedes Díaz se presenta por primera vez en Monterrey (México)
Ante el éxito que ha ganado este género musical, a los artistas colombianos les tocó incluir la ciudad mexicana en sus giras.
Han pasado cerca de seis años desde que Los Diablitos, agrupación de Omar Geles, rompió el récord de asistencia a un lugar llamado La Expo de Guadalupe, en Monterrey (México). La llenaron y fue una hazaña que no había conseguido el grupo Bronco, uno de los más populares de esa ciudad.
"La primera vez que llegamos –recuerda Omar Geles– vimos un mundo de gente en el aeropuerto. Y nos preguntamos a quién esperaban. Y resulta que nos esperaban a nosotros. Fue la vez que más gente congregamos. Hemos vuelto dos veces más".
Ese y el éxito de Los Inquietos del Vallenato llevaron a los demás artistas del género, sobre todo del que se inclina hacia los tonos más románticos (casi de balada), a mirar hacia Monterrey como una plaza importante.Diomedes Díaz, en su gira de regreso a los escenarios, también prueba suerte hoy ante el público de Monterrey en un lugar llamado La Fe Music Hall, que, según cuenta el mexicano Luis Manuel López Carrera, puede ser la discoteca más grande de Latinoamerica, porque tiene cupo para 20 mil personas.
López Carrera, fundador del Festival Vallenato Voz de Acordeones, que se realiza en Monterrey desde 1999, sabe quién es Diomedes Díaz en el folclor vallenato y por eso, después de verlo el domingo pasado en la capital mexicana, lleva toda esta semana alistando a su gente para el encuentro con ‘El Cacique’.
Si bien, no es raro que en Valledupar los seguidores del artista armen caravanas para celebrar sus triunfos, cu mpleaños o lanzamientos de discos, si es curioso que López Carrera esté haciendo lo mismo en Monterrey. Para la llegada de Díaz a México, organizó una caravana. Su último reporte hablaba de 20 carros y dos buses listos para recibir al artista. Y en vista de que en Valledupar una caravana en honor a Diomedes no puede hacerse sin contar con estatuas de la Virgen del Carmen, la de Monterrey tenía que contar con una de la Virgen de Guadalupe.
No se trata de la locura aislada de unos cuantos fanáticos. El fenómeno, que empezó como una apropiación de la música de acordeón por parte de las pandillas y bandas de estratos bajos de la ciudad mexicana, ha ido escalando posiciones y llamando, cada vez más, la atención en estos años.
"La primera vez que fui –recuerda Lolita Acosta, del Festival de la Leyenda Vallenata– fue en el 98. Me llevé al rey vallenato Saúl Lallemand y al cajero J.J. Murgas. Al año siguiente fue Consuelo Araujonoguera. Pudimos vivir el fenómeno. El Festival de ellos nació con el aval del nuestro. Se supone que el rey vallenato de Monterrey tiene el derecho de venir a Valledupar. Hubo una declaración de hermandad entre las dos ciudades. El ambiente de interés por la música nuestra fue tal que, por ejemplo, Murgas ahora vive allá, enseñándoles a los mexicanos a tocar la caja".
El fenómeno es complejo. El dramaturgo colombiano Orlando Cajamarca lo estudió durante meses. "Lo descubrí una vez que fui a la ciudad –cuenta– y nos recibieron con un grupo vallenato. Pensé que era porque éramos colombianos. Después, en una ponencia escuché a alguien hablando de cómo los ‘chavos banda’, pandillas juveniles de los barrios marginales de Monterrey, se habían apropiado la música vallenata".
Andando por las calles, Cajamarca empezó a sentir que el vallenato sonaba con familiaridad en los buses (hay, por lo menos tres emisoras especializadas en la ciudad). Por eso, aplicó a las becas de creación del Ministerio de Cultura, con el proyecto de hacer un montaje basado en el fenómeno. El resultado fue la pieza Alicia adorada en Monterrey, de Teatro Esquina Latina.
"Descubrí que el fenómeno era más arraigado de lo que pensaba –explica Cajamarca–. Está muy ligado al brillo que tuvieron la cumbia y el porro en México en los años 50. La influencia de esa música dio paso a la cumbia tropical y a la cumbia norteña. En un barrio llamado colonia Independencia empezó a surgir este movimiento, a punta de casetes con música vallenata que llegaban. Y la gente empezó a hacerla sonar en sus bailes. A finales de los 90, comenzó a tener influencia en los jóvenes. Y los chicos, en las esquinas, comenzaron a cantarla y a bailarla. Pero sin cambiar su indumentaria de chico moderno de ciudad globalizada: el piercing, los pantalones grandes, la cachucha volteada, las zapatillas de marca. Visten igual que los raperos del norte, pero miran musicalmente hacia el sur. Y sobre todo, a lo clásico y al vallenato romántico. Sin embargo, allí lo identifican con un solo adjetivo: "Colombia".
En los días de la investigación del teatrero, otro vallenato que pasó por Monterrey fue Alfredo Gutiérrez. El cantante valduparsense Iván Villazón también tiene recuerdos regiomontanos: "Hay fervor por nuestra música. Uno vuelve admirado de encontrarse con gente que no es colombiana, tan distante y tan conocedora del vallenato. Me llamó la atención que el fenómeno no sale de los límites de la ciudad, es como un oasis, a 50 kilómetros ni suena ni la gente sabe nada del tema".
LILIANA MARTÍNEZ POLO
Redactora de EL TIEMPO
Glosario regiomontanoNelson Velázquez (ex Inquietos) es el ídolo mayor en Monterrey. Dice Luis Manuel López que, en popularidad, le siguen: Omar Geles, El Binomio de Oro y Los Chiches Vallenatos.
Diomedes Díaz se presentará hoy en La Fe Music Hall.
Iván Villazón ha ido a Monterrey tres veces. Aunque sus colegas le habían hablado del fenómeno, se sorprendió al vivirlo.
Celso Piña, el ‘Cacique de La Campana’ es el primer mexicano que empezó a producir su propia música vallenata.
Chavo banda. Joven que pertence a una pandilla que comparte su música y sus maneras de sentir en las esquinas. La ‘colombia de Monterrey’. Seguidores de la música colombiana en la ciudad (cumbia, vallenato y porro).
Sonidero. Especie de DJ familiar, que animaba las fiestas de barrio, con música tropical colombiana, difícil de conseguir en Monterrey. Su influencia fue decisiva en la generación del movimiento.
‘La guacharaca’. Una de las primeras estaciones de radio especializadas.
Tomado de http://eltiempo.terra.com.co/musi/noticias/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-2163802.html

Ya pusieron recompensa

Antes de llegar al sitio vemos a un lado del camino tres coconos silvestres, cosa que me da gran alegría porque había escuchado tanto acerca de ellos pero no los conocía; al verlos correr inmediatamente pienso en las familias de tribu guajolote referenciadas en la época colonial para el área de Linares y Tamaulipas; me sobresaltó y sonrío, afirmando en voz alta que esos pájaros silvestres auguran la continuidad de aquellos olvidados tribeños, comentario que Pat complementa "entonces están cuidando sus lugares sagrados". En efecto, cuidaban sitios sagrados, algunos 500 metros más adelante hallamos la piedra con grabados; no es muy grande y posee alteraciones como inciales y, al parecer marcas de herraje, pero es posible distinguir una serpiente, probables cuernos de borrego salvaje, lo que semeja un guaje o estilización del cuerpo femenino (la "guitarrita" mencionada por el señor), y otros símbolos confusos.
veo sus ojos y parece verme, se queda inmóvil, me acerco un poco y sigue ahí, nos quedamos parados observándonos. Parece no temer, yo tampoco le temo; me acerco más y sigue ahí. Reparo que está casi a la misma altura que la roca con grabados y entiendo: la ondulación grabada sobre la piedra laja es ella cuando baja de las alturas; ahora ella sube desde el arroyo hacia la cima del cerro, rumbo al cielo. Se queda inmóvil porque sabe de alguna manera que empiezo a balbucear su lenguaje. Probablemente nos contempló desde que llegamos y sintió la admiración y reverencia que manifestamos para con las figuras. Por eso ahora está inmóvil, grita en su silencio que de alguna manera ella también nos busca y nos encuentra, que nos comprende y nos respeta; ella y las figuras de piedra también han sobrevivido al fuego y las ciudades, al olvido y a la falsa historia.
Pero eso eran distracciones-temores infantiles, pronto nuestros mayores nos dijeron la "verdad": la sierra era refugio de bandidos y prófugos de la ley que solían vivir en grutas. Cierta ocasión, un tío que trabajaba en un rancho del Alamo habló de unos amigos que vivían en cuevas y estaban juntando comida y armas para levantarse contra el gobierno.
También durante aquellos años se fraguó un acto "terrorista" con un papel protagónico e inconsciente de las montañas regias: un comando sabotearía las instalaciones eléctricas que alimentan Monterrey, una noche de luna llena, para que la gente pudiera contemplar un espectáculo de luz y sombras entre Selene y la Sierra Madre Oriental...
Información contextual: Muchos descendientes de población afromestiza, en el Noreste de México, emigraron a las ciudades durante el siglo XX. A las ciudades llevaron sus artes y oficios de herreros, carpinteros, curtidores, hueseros... pero pronto tuvieron que abandonarlos y aprender otros. En la que ahora conocemos como la colonia obrera (Monterrey, Nuevo León, México) existió, en las primeras décadas del siglo XX, un sector llamado Barrio del hueso; se le denominaba así porque la gente que lo frecuentaba trabajaba este material: realizaban objetos variados: peines, raspadores musicales, botones, agujas, cuernos para mensajes. Ahí e solía escuchar, cantar y bailar música caribeña y alguna que otra canción en un dialecto perdido del Este de África.


Akí, recordando nuestro viaje ritual a Guaymas (Hawaymas), Madre Patria del Klan Mantarraya.








Comprendo muy bien a todos esos hombres y mujeres "cultos" que se encogen de hombros y hacen gestos de incomprensión (cuando no de amargura) al escuchar música juvenil "extravagante", o simplemente saber algún gusto musical periférico. La "educación" formal e informal y los valores estéticos condicionan hasta convertir en verdaderos dogmas de fe nuestros gustos y concepciones de lo que debe ser el mundo.
Desde luego en las ciudades hay intentos de recuperar la esencia de los seres y las cosas (la vieja naturaleza), pero son mínimos y atienden esta recuperación de una manera fragmentada (no integral) e individualista (no colectiva). Pongamos por ejemplo esos parques metropolitanos en los cuales la gente va y “convive con la naturaleza” a determinado horario, determinados días de la semana; parques públicos como el de La Pastora poseen límites y siguen senderos muy bien delineados (en los cuales se cobra por entrar y se advierte -bajo pena de multas- de no llevarse piedras, ramas, etc.).